junio 29, 2010

La sustancia.

No sé exactamente cuándo escribí esto, aprox hace 2 meses.



La sustancia… entró súbitamente a mi organismo y me llenó de sí accionando dentro de mí mecanismos que provocaron un efímero placer, aparente bienestar, falsa felicidad.

No me hubiera importado perderme para siempre en el engaño que me provocaba, pero terminó el suministro constante y comencé a sufrir los síntomas de abstinencia y muy pronto descubrí que mantener esas sensaciones requería un costo… que, confieso, pagué en ocasiones, porque aunque ya era más tiempo de dolor que de bienestar, caí en el juego del masoquismo.

Pero el precio se elevaba cada vez más, de maneras súbitas hasta que no pude obtenerla, pero la necesitaba. La buscaba por las noches. Lloraba por la desesperación de no tenerla más. Intenté reemplazarla por otras sustancias, incluso algunas no dañinas, como la comida… pero nada llenaba el vacío que esa sustancia había dejado. Fue cuando enfrenté la realidad. Estaba enferma. El primer paso, dicen, es la aceptación, y yo ya reconocía que por primera vez, era una adicta, y tu amor la única droga que en la vida me había hecho caer.

Y del delito de ser romántica, me declaro inocente, pues esto es una muy fuerte realidad: tu amor en mi es una droga que puede ser letal.

Llevé un tratamiento para desintoxicarme de ti. La solución fue un baño de realidad, acompañado de una línea divisoria, distancia de por medio y muchos distractores. Cosas que te desplazaran de mi mente. Y no digo de mi corazón, porque de ese te sacaste solito, mucho tiempo atrás.

Y ocurrió en que hubo momentos en que me sorprendía por no estar pensando en ti. Después, ratos de nula ansiedad. Incluso teniendo la oportunidad de volver a probar de la droga de tu amor, pudo más mi fuerza de voluntad. Y con el tiempo, la necesidad de ti desapareció por completo. Luego se fue el deseo. Luego llegó poco a poco la paz.

Te superé.

No hay comentarios: