La música y los humanos se parecen en muchísimos sentidos, así como se contradicen en muchos otros.
Hoy hablaré de una similitud, que es en los niveles de apreciación.
Existen dos formas de apreciar una pieza musical. La primera es al escucharla, cuando su ritmo hace saltar a tu corazón, cuando sus notas te erizan la piel, cuando vas adivinando los mensajes que hay en los cambios, cuando te aprendes su letra y la coreas una y otra vez. De igual forma, el primer nivel de apreciación en los humanos es admirar la belleza de una persona, olerla, tocarla, sentirla, hacerle el amor.
Y la segunda forma de apreciar la música es cuando la INTERPRETAS. Es una apreciación más profunda, ya que es cuando desmenuzas nota por nota y descifras los misterios de su ARMONÍA. Cuando interpretas una canción, la apreciación ya no solo es a nivel sensorial, sino que se te mete hasta el alma, ya no escuchas y gozas la pieza, la VIVES y la puedes transmitir. En los humanos, esto ocurre cuando amas de verdad. Cuando te involucras con la persona, cuando comparten cosas, secretos, miedos, gustos, cuando el amor que sientes traspasa tu cuerpo y hace vibrar otros corazones, cuando emanas amor por cada uno de tus poros, y los otros casi pueden olerlo al estar cerca de ti.
