noviembre 17, 2008

La música de mi cabeza, esa que llevo en las venas...

Dicen que el amor es lo más importante en la vida, que sin amor nada de lo que has hecho o tienes tendría sentido, tendrías una vida vacía. Y la música también. Mi abuelo paterno tiene una enfermedad, Alzhéimer, en la que ya llegado a perder no solo gran parte de la memoria sino también el sentido, la razón, la moral. Esa enfermedad ha sido como tener el retroceso de adulto a bebé, se le tiene que bañar, poner pañal, dar de comer, cuidar de que no se caiga, que vigilar para que no se quite las curitas cuando se corta y que rogar para que se meta a bañar. Ha llegado al punto en el que cree que su esposa (mi abuela) es su mamá. Si es de noche y le dicen que ya se vaya a dormir, dice “mi mamá”, pues no quiere irse solo a la cama. Si se cae y llora, dice “mi mamá” porque quiere alguien que lo consuele, que esté con él. Si va a comer, quiere que su “mamá” lo acompañe cuando se sienta a la mesa. Además de todo, padece de diabetes, y cuando sus niveles de azúcar andan mal (que son la mayoría de las veces) se pone de muy mal humor y pelea con todo el que se topa.


En su tiempo, mi abuelo fue músico. Tocaba, si mal no recuerdo, el violín, el bajo, la guitarra, la batería y cantaba. Y este fin de semana que mi papá vino de visita de Aguascalientes, fuimos de visita a casa de mis abuelos. Mi tía, la que se encarga de ellos, tuvo la idea de sacar la guitarra para ver si mi abuelo se acordaba de cómo tocarla, y cuando pasó por ahí con ella para irla a limpiar, él la vio y de inmediato le gritó “presta pa’ acá”. Le pusieron la guitarra en las manos y empezó a angustiarse porque estaba desafinada, decía que él no sabía. Afinamos la guitarra y mi papá y yo nos pusimos a tocar y cantar unas canciones, y fue mágico el cambio de actitud, fue increíble ver como las canciones y la música le hacían traer imágenes a su cabeza que probablemente él ya no sepa el por qué están ahí y que probablemente cuando vuelva a ir no volverán a surgir. Fue genial escuchar como cantaba, aunque con las letras cambiadas, y se echaba sus gritos rancheros, y decía “échele”, y nos señalaba a mi papá y a mi ante los otros que estaban ahí, como diciendo “estos dos desconocidos tocan y cantan bien, son a toda madre”.


Y lo más maravilloso fue descubrir que el oído musical no se pierde con el Alzheimer. El señor Hilario García podrá no reconocer a sus hijos, podrá pensar que su esposa es su madre, y seguramente no tiene la más mínima idea de que soy su nieta, pero puedo asegurarles al 100% que en una de las canciones que estaba tocando y cantando, el señor me estaba haciendo “la segunda” y cuando yo le hacía segundas a mi papá y mi abuelo le agarraba la onda a la canción, en partes nos hacía una tercera. Me gustaría saber de qué era capaz cuando estaba al 100, y que pensaría si supiera que esas capacidades no se perdieron, que se han transmitido con las generaciones. Me gustaría agradecerle (aunque no fue por voluntad) el haberme heredado la música… esa que está en mi cabeza, esa que llevo en la sangre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ash...nadie ha posteado...
yo me tardé, pero aún así no quita lo que me gustó tu texto. Ya entendi porque estabas contenta el fin de semana...yo pense que era porque yo estaba en torreon...jajajajajaja...pero bueno. Tambien afecta la musica porque pues la audición es el segundo sentido más usado que tenemos...y pues, ya sabes que no conocemos para nada las funciones del cerebro...pero en fin...la verdad no sé qué aportar, es suficiente con lo que pusiste.

->Luis Mtz