octubre 29, 2010

Quien decide qué es verdad.



Dentro de esta pesadilla irreal de fuego, sangre, llanto, inseguridad… dentro de estos anhelos por la paz. En un mundo desmoronándose de guerras, corrupción, enfermedad…. ¿Qué se puede esperar? ¿Qué nos puede salvar?

Cuando la esperanza no es más que un personaje de una leyenda lejana y borrosa. Cuando el prójimo viene comerciando soluciones engañosa. En años en que el odio y el rencor ocuparon los corazones, y ya nadie se acuerda del amor, hace muchos años desterrado. En tiempos en los que es necesario desviar la mirada para no contagiarse de tanto horror delante de si, una pregunta inquieta mi mente:

¿Quién decide qué es verdad?

Una de esas noches que intranquilizaron la ciudad, desperté en la angustia de una almohada mojada por el llanto, y en mi mente te vi. A ti, a quien suelo confundir con el enemigo. Sin embargo has sido, tal vez sin esa intención, quien ha venido a amortiguar la dura eterna caída que es la vida.
Te vi a ti, a quien pedí que se marchara porque estaba cansada de las fantasías, y algún día mi felicidad se vería derrumbada por una emboscada ocasionada por la realidad. Pero en una época en que más que existencia buscamos supervivencia, esquivamos proyectiles de acero y de inhumanidad…  me vuelvo a preguntar…

¿Quién decide qué es verdad? La respuesta es, nosotros mismos.

Así que bienvenido seas nuevamente a mi vida. Inventemos un guión con final feliz, y protagonicémoslo, aunque sea puro cuento, igual y logramos el aplauso de pie. O mejor aún, comencemos a actuar improvisadamente y sin espectadores esta aventura de locos que prefieren perder la cabeza en una fantasía que les ofrece una salvación en vida, que aunque ajena a la realidad, puede convertirse en su verdad particular. Una verdad que les da motivación y energía nueva.

Dejemos que viva y que brote esa semilla de especie desconocida, que ha nacido en nuestra mente y corazón. Dejemos que crezca, a ver hasta qué altura llega. A ver qué flores da en primavera, a ver qué frutas da en verano, y si sus hojas embellecerán nuestras calles el otoño del siguiente año. Ojalá nuestros ojos puedan verlo, y sigamos caminando de la mano, en un mundo en el que decido vivir engañando a la muerte, a la guerra, a la enfermedad, al odio, a la tristeza, al desamor.

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